Octavio Paz fue el poeta más laureado y distinguido del México del siglo XX, ganador del Premio Cervantes (1981) y del Premio Nobel de Literatura (1990). Pero fue más que un poeta: fue uno de los mejores ensayistas del siglo XX en lengua castellana. También fue un joven vanguardista que buscó la universalidad sin temer ni idolatrar lo local, rescatando la herencia de las vanguardias mexicanas de la década de 1920. Además, fue parte de la avanzada política y estética que apoyó a la República española durante la Guerra Civil. Fue un dedicado diplomático mexicano en Estados Unidos y Japón, embajador en la India entre 1962 y 1968, fecha en que renunció al puesto en protesta a la matanza de estudiantes en la Ciudad de México. Además, después de José Vasconcelos, fue quizá el adalid cultural más importante del siglo XX mexicano. Pero ante todo fue un influyente pensador político que en su persona y pensamiento abarcó las grandes tendencias y contradicciones del siglo XX.
Octavio Paz Lozano nació en 1914 en el antiguo pueblo de Mixcoac, hoy parte integral del sur-centro de la Ciudad de México. Murió en esa, su ciudad, en 1998. Paz alargó la estirpe mexicana de su padre y abuelo, una estirpe que abrazaba en sí misma las grandes tendencias culturales y políticas de la historia moderna mexicana. Debido a las actividades políticas y al alcoholismo del padre, Octavio Paz pasó parte de la infancia en Mixcoac con su madre, Josefina Lozano, y con el abuelo Ireneo. Esta herencia, como han señalado sus mejores biógrafos (Guillermo Sheridan y Christopher Domínguez), herró la memoria y vida de Paz, hombre siempre a caballo entre la herencia liberal del abuelo y la revolucionaria del padre. En sus poemas, aparece la nostalgia por el viejo Mixcoac que, como el país, fue transformado radicalmente a partir de la Revolución y de la masiva industrialización del siglo XX.
Como es claro, el oficio de Paz fue la poesía; fue el poeta más laureado y distinguido del México del siglo XX, ganador del Premio Cervantes (1981) y del Premio Nobel de Literatura (1990). Pero fue más que un poeta: fue uno de los mejores ensayistas del siglo XX en lengua castellana; hizo uso del ensayo –que le era casa y espada- para lograr verdades de momento tratando, sin embargo, de escapar del día en que escribía. También fue un joven vanguardista que buscó la universalidad sin temer ni idolatrar lo local, rescatando la herencia de las vanguardias mexicanas de la década de 1920 (gracias a su aprecio y conocimiento del grupo literario mexicano conocido como Los Contemporáneos – Salvador Novo, José Gorostiza, Bernardo Ortiz de Montellano, Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta). Además, fue parte de la avanzada política y estética que apoyó a la República española durante la Guerra Civil (en 1937 Paz viajó a España con su primera esposa, la escritora Elena Garro, para participar del segundo congreso internacional de escritores en apoyo a la República). Fue un dedicado diplomático mexicano en Estados Unidos y Japón, embajador en la India entre 1962 y 1968, fecha en que renunció al puesto en protesta a la matanza de estudiantes en la Ciudad de México. Además, después de José Vasconcelos, fue quizá el adalid cultural más importante del siglo XX mexicano – fundó y dirigió las dos revistas culturales que dictaron los parámetros de discusión política y cultural de la segunda mitad del siglo XX (Plural y Vuelta). También reincidió con frecuencia, si no siempre con tino, en la crítica de arte. Pero ante todo fue un influyente pensador político que en su persona y pensamiento abarcó las grandes tendencias y contradicciones del siglo XX. De sus mocedades, coquetas con el anarquismo, el nacionalismo revolucionario mexicano, el trotskismo y las vanguardias artísticas, pasó a ser el crítico de la izquierda, el Estado y el autoritarismo.
Paz imaginó su obra de pensador como un monumento al concepto profundo de “crítica”. Y el ensayo fue la forma y fondo de su crítica, la cual abarcó tres campos fundamentales que nunca abandonó:
1. La crítica filosófica y literaria a partir del énfasis en el lenguaje. Paz creó y habitó una sofisticada poética que lo mismo trataba temas que poetas específicos. Como pensador del lenguaje, de la poesía, Paz sigue siendo una lectura obligada.
2. La crítica histórica cual imaginación del pasado formador de “ethos” e identidades profundas. El momento emblemático del ensayismo de Paz en este campo fue la colección de ensayos conocida como El laberinto de la soledad (1950-1). Se trata quizá del libro más conocido e influyente sobre la posibilidad de una ontología mexicana. Un ensayo inspirado en el existencialismo, el psicoanálisis y el propio devenir del pensamiento social y político mexicano. Paz puso en circulación mundial fiesta, Malinche, chingada, angustia identitaria, muerte, ethos indígenas profundos, traumas de nacimiento. México fue y es definido en el mundo, sin Paz pero también gracias a Paz, como atávicamente atado a una tradición colonial o indígena, ente no occidental, comunitario, católico, mestizo, hijo de la contra-Reforma. Todos estos términos son ya una obviedad, poseen una base empírica innegable. Pero si se definiera a México con conceptos como cosmopolita, industrial, orientalista, vanguardista, individualista, xenófobo, empresarial, rico, occidental. . . también sería un argumento empírico. Quizá lo más importante en El laberinto era la soledad que, en palabras de Paz, hacía a los mexicanos, “por primera vez contemporáneos de todos los hombres”. Paz fue, pues, el creador de estereotipos, pero también el poeta vanguardista y universal, el orientalista mexicano enamorado de la India y el habitante de la soledad humana.
A la distancia, la lectura del Paz ensayista de la historia aún tiene mucho a que invitar, pero con el tiempo va quedando claro que no alcanzó ni la densidad historiográfica ni la profundidad de otros grandes ensayistas históricos en castellano y portugués.
3. La crítica política cual trinchera en la guerra contra los monstruos del siglo XX: el Estado y el autoritarismo comunista. Como tal, Octavio Paz fue, a partir de la década de 1970, junto con Daniel Cosío Villegas, crítico agudo del Estado mexicano pos revolucionario. También fue uno de los pioneros del nuevo liberalismo – que no del neoliberalismo, término muy cargado de connotaciones morales incontrolables – en español que, nacido en el seno de la izquierda histórica de las décadas de 1930 y 1940, vira a partir de 1970 en el sustento intelectual de las transiciones democráticas – de Portugal y España a Argentina, México y Brasil. Pronto y duro, Paz se convirtió en crítico de la Revolución cubana, lo cual lo convirtió en la bête noire de la izquierda latinoamericana. A más de cien años del nacimiento de Paz sigue siendo indispensable la lectura de su ensayista política, pero sin la reverencia que el nombre “Octavio Paz” aún inspira en ciertos círculos. Fue un gran ensayista que puso su oficio al servicio de la crítica política y cultural de momento, con lucidez, con mirada de larga distancia, aunque con escaso sentido de ese humoral que el género, su género, el ensayo, obliga. Es claro que la crítica política de Paz aspiró a trascender como Filosofía Política con mayúsculas; trasciende como lo que fue: crítica política muy clarividente en un momento trascendental del occidente moderno.
Sugerencias de lectura:
Paz, Octavio. Obras completas: edición del autor. 15 volúmenes. México: El Fondo de Cultura Económica, 1994-2003.
Paz, Octavio. La casa de la presencia: poesía e historia. Barcelona: Galaxia Gutenberg; Círculo de Lectores, 1999.
Sheridan, Guillermo. El filo del ideal: Octavio Paz en la Guerra Civil. Madrid: Visor Libros, 2008.
Krauze, Enrique. Octavio Paz: el poeta y la revolución. Barcelona: Debolsillo, 2014. Domínguez Michael, Christopher. Octavio Paz: en su siglo. México: Aguilar, 2014.
Brading, David A. Octavio Paz y la poética de la historia mexicana. México: El Fondo de Cultura Económica, 2002
Aguilar Mora, Jorge. La divina pareja: historia y mito: valoración e interpretación de la obra ensayística de Octavio Paz. México: Ediciones Era, 1978.